Pesistas y judocas se sacrifican por el deporte



Dejaron a sus padres, hermanos, tíos y mejores amigos, así como los estudios y la ciudad que los vio crecer, para vivir durante años concentrados en instalaciones deportivas de Guayaquil, con el objetivo de llegar a ser los mejores del mundo y dejar en alto el nombre del Ecuador.

Son 39 pesistas y judocas de diversas provincias del país que integran el grupo de deportistas de élite de estos deportes y que desarrollan su vida en las instalaciones de la Federación Deportiva Nacional del Ecuador (Fedenador), en el kilómetro 4,5 de la vía a la costa y en el coliseo de la Federación Nacional de Judo, pertenecientes al Comité Olímpico Ecuatoriano, en la explanada del estadio Alberto Spencer.
El sistema se replica en todas las provincias, que albergan a deportistas de diferentes actividades.
El complejo habitacional Las Canchas y gimnasios de Fedenador se han convertido desde el 2008 en la casa de David Arroyo, el pesista ecuatoriano de mejor posición en el ranking: 16 en el mundo.
Conoció las pesas a los once años y siempre entrenó en su ciudad natal Coca, provincia de Orellana, con su tío Dixon Arroyo, pero tras lograr títulos sudamericanos y panamericanos a nivel juvenil entró a formar parte del grupo de alto rendimiento, auspiciado por el Ministerio del Deporte.
“Cuando decidí venir tuve una mezcla de alegría porque el esfuerzo y sacrificio y la preparación me permitieron lograr el objetivo de estar entre los mejores del mundo, pero al mismo tiempo tuve tristeza al dejar a mis seres queridos, mi familia, mis padres. Para tener resultados y un título hay que hacer muchos sacrificios”, señala David.
Aquí descansamos y nos concentramos, pues una vez que entras a la élite deportiva tienes que aplicarte y cuidarte. Hay permisos para salir a alguna gestión o compromiso siempre que “te cuides y cumplas tu palabra”. La mayoría somos mayores y podemos ir “con responsabilidad, pero sin fallas” .
“Aquí te dan las facilidades como si fuera tu casa y el entrenador es como si fuera tu papá”, dice riendo mientras juega con su perro Zeus.
Señala que lo que más extraña de su natal Orellana es la comida, como el seco de guanta, la cachama o la tilapia, sobre todo porque por su peso y estatura (1,90 m) debe comer bastante, pero recalca que tiene bien claro que quien no se sacrifica, no gana y que a veces es necesario dejar todo para tener un título.
Un caso parecido, también en la disciplina de las pesas, es el de Jennifer Hernández, de 20 años, quien tras ser campeona sudamericana y panamericana de pesas llegó el 2014 a la concentración de Fedenador a formar parte del equipo élite.
“Me dio tristeza dejar mi familia, mi papá y mi mamá”. También me vi obligada a dejar la universidad donde estudiaba Ingeniería Ambiental y por el momento no estudio y estoy de lleno en el deporte. Ella recibe, a su vez, una ayuda de 1.400 dólares por una beca clase B.
Reconoce que al principio sufrió mucha depresión y se le hizo difícil continuar. Ahora ha entendido que vale la pena el sacrificio: “Por algo entrenamos duro y nos esforzamos para dar buenos frutos”, y señala que en los últimos Juegos Sudamericanos ganó medalla de bronce en la categoría 58 kilogramos.
Un panorama similar tienen los 17 seleccionados ecuatorianos de judo que viven en las dependencias ubicadas en la parte superior del coliseo de la Federación.
“Cada vez que tenemos un logro deportivo, nos alejamos más de la familia”, reconoce Lenin Preciado, judoca de 21 años y rankeado en el puesto 29 a nivel mundial.
“Nunca imaginé que iba a estar tan lejos y tan distanciados. Todo este sacrificio es por lograr un sueño de estar entre los mejores judocas del mundo. Sin sacrificio no se llega a ningún lado.
“Me gusta mucho el judo, se me hace muy fácil su práctica y además te permite visitar lugares que nunca creíste llegar a conocer. Nosotros vivíamos en el campo y gracias a este deporte he podido viajar y conocer lugares como Eslovenia, Chile y otros países, además de los logros deportivos”.
Recuerda que empezó a concentrarse en el 2012. “Al principio era un poco duro estar aquí porque siempre uno quiere estar cerca de su familia y eso es lo que más extraño, a mis hermanos, a mi mamá”.
Señala que no tiene problema con la disciplina: “Cada vez que salimos hay que consultar y pedir permiso para evitar cualquier contratiempo. Además, acá también se concentran los cadetes, y ellos nos ven como ejemplo y guía”, reitera.
“Estaba alegre cuando llegué y aunque aquí comencé a extrañar me confortó el hecho de que estaba haciendo lo que me gustaba, estar entrenando para las competencias”, señala Estefanía García, campeona panamericana de judo y quien ha vivido en concentraciones más de diez años.
Aunque extraña a su familia, afirma: “Constantemente, desde que llegué y hasta la fecha hablo dos o tres veces al día con mi mamá o estamos escribiéndonos y siempre fue así, hay un contacto diario que se mantiene”, dice Estefanía.
“Lo que más me costó fue dejar a mi mamá, mi papá y a mi abuela. También tuve que separarme de mis perros Chico y Toqui, que eran mis engreídos. Toqui murió en el 2014 cuando estábamos concentrados para un sudamericano”.
Sobre el ritmo de vida que lleva en las concentraciones indica que puede parecer rutinaria pero que se convierte en un estilo de vida, que a uno le gusta. Explica que el primer entrenamiento es de 07:00 a 09:00. Luego desayunan y realizan actividades varias, como lavar la ropa. Almuerzan a las 12:00 y siguen con un entrenamiento entre las 15:00 y las 17:00. Luego vemos películas, jugamos play station, conversamos y a las 10:30 estamos durmiendo.
“Obviamente hay días en que uno se frustra, se cansa de entrenar y si puedo salgo a tomar el aire, al cine, pero nos dedicamos más a descansar, entrenar, comer y a estudiar, en mi caso Gastronomía”. (I)
1,5
Millones de dólares es el presupuesto anual para los deportistas de élite en pesas.
7
Veces el valor de la remuneración básica unificada es el máximo de las becas para deportistas.

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https://youtu.be/9aFVqY5ZDo0

 https://youtu.be/9aFVqY5ZDo0